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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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26-07-2016

 

Entrevista con el historiador y politólogo Gerardo Caetano

“El próximo presidente del FA de Uruguay tendrá que hacer varios parricidios”

Gerardo Caetano. Foto: Juanjo Castell


SURda

Notas

Víctor Hugo Abelando

El politólogo Gerardo Caetano plantea que las elecciones del Frente Amplio (FA) se establecen en un país planchado en sus indicadores económicos y con mucho descontento e irritación de la grey frenteamplista. (1) Un combo que despliega varios desafíos a quien resulte electo, que deberá optar entre ser un fiel soldado del gobierno o abrir la discusión sobre temas que hoy no están en la agenda del progresismo.

—¿Cuáles son los rasgos esenciales que definen las elecciones internas del Frente?

—Se insertan en un contexto muy peculiar. Tenemos un gobierno que enfrenta un contexto difícil, con una desaceleración económica mucho más aguda que la prevista, y que además tiene dificultades para reflejar las discusiones de su partido en el gabinete. En la conformación del Consejo de Ministros, Vázquez no tomó para nada en cuenta los equilibrios internos del FA. Eso tenía sus virtudes, pero el tiempo ha demostrado que también genera grandes dificultades. ¿Qué dificultades? Por ejemplo, la de provocar una distancia muy grande entre lo que el gobierno resuelve y lo que el Frente (que por otra parte no tiene conducción desde el cese de Mónica Xavier de la presidencia, con un provisoriato muy debilitado) discute y exige. El FA ha quedado muy desdibujado precisamente en el momento en que el gobierno lo necesitaba más. ¿Y dónde está el Frente? Hoy está mucho más en el Parlamento, en la bancada oficialista. Pero lo que agrava el problema es que el mapa de poder del Parlamento es muy distinto, casi antagónico, al gabinete. Lo hemos visto cuando se ratificaron las pautas salariales, cuando se dio el anuncio del anticipo a los jubilados o en la discusión de la rendición de cuentas, entre otros muchos ejemplos. Ante un muy moderado pedido de reflexión del ministro (Ernesto) Murro, que recogía la realidad de un contexto que había superado lo previsto, lo que hubo por parte del presidente fue una ratificación fortísima del poder del ministro (Danilo) Astori. Y frente a eso, el resto del gabinete no dijo nada. Fue un Consejo de Ministros sin discusión política alguna. Y eso fue presentado hasta como una virtud. Eso hace que la elección de la nueva presidencia de la fuerza política se dé en un contexto donde los descontentos, los malestares, son múltiples. Y particularmente son múltiples no en la oposición, sino en el electorado frenteamplista. En ese sentido, para todos los candidatos la campaña ha sido cuesta arriba.

—¿Y cómo ha jugado Vázquez en todo esto?

—Con dualidad. Tenemos un Tabaré que, luego de un año muy malo, empezó a hacer política a comienzo de año. Y no le fue mal. Comenzó a repechar en las encuestas y a tener otro vínculo con el pueblo frenteamplista. Sin embargo, creo que, a la hora de la verdad, cuando se advirtió que las previsiones presupuestales habían sido erradas y que el crecimiento en 2015, en lugar del 2,5 por ciento postulado, fue de apenas 1 por ciento, con anuncios aún más desalentadores para el 2016, el temor se generalizó en el gobierno, devino en una cierta parálisis y Tabaré reforzó aun más su respaldo al ministro de Economía. Hoy tenemos un gobierno donde si bien el timonel político es Vázquez, contamos con un superministro de Economía, que en las decisiones económicas resuelve casi sin concesiones ni discusiones, con el total respaldo del presidente. Muchos de los integrantes del Consejo de Ministros en privado manifiestan discrepancias y formulan alternativas posibles, pero en público y sobre todo en el seno del gabinete, se llaman a silencio. A mí me preguntan si en un momento de desaceleración económica no hay que darle todo el poder al equipo económico, que, advirtamos, creo muy solvente. Y yo digo que no, que estamos hablando de economía política, de una política pública que como cualquier otra se resuelve a través de opciones propiamente políticas. La discusión política sobre la economía en los gobiernos frenteamplistas parece clausurada desde el arranque. En el gobierno de Mujica no hubo dos equipos económicos, nunca lo hubo. El poder de Astori es tan incontrastable que ha ganado en todas las decisiones, salvo y tal vez el manejo de las empresas públicas que por cierto no fue positivo (cuyo gasto excesivo en más de un sentido se les escapó apelando a las autonomías, con las consecuencias conocidas, en especial en Ancap). Me causa mucha gracia cuando me dicen que Astori es el gran perdedor en la interna frenteamplista. En los tres gobiernos frenteamplistas, luego del presidente, ha sido sin duda el hombre más poderoso en estos 11 años. Vázquez lo ha respaldado siempre o casi siempre y Mujica, aun cuando lo ha discutido, a la hora de la verdad también lo respaldó. Entonces la mera discusión de la política económica del gobierno frenteamplista se ha convertido en un tabú.

—El equipo económico, entonces, se equivocó en las previsiones presupuestales.

—Sí, no lo escuché decir al ministro “me equivoqué”. Cualquier debate, sobre todo en el gabinete, es visto como impropio. Algo que choca en una fuerza política como el FA, donde la primacía de la política fue clave y más en los momentos críticos. Y la historia del país también así lo revela. Batlle y Ordóñez, ante momentos críticos, en vez de replegarse radicalizó las reformas y lo hizo siendo como era un hombre muy riguroso y hasta ortodoxo en lo que hoy llamamos indicadores macroeconómicos. Pero advertía que ante un contexto difícil, en un país pequeño tomador de precios y de reglas, había que tomar iniciativas, actuar con audacia y responsabilidad. Acá han sido desechadas, sin siquiera discutir, medidas que la oposición planteó, que fueron catalogadas como irracionales antes de ser consideradas con seriedad. Por ejemplo, el manejo de parte de las reservas para impulsar iniciativas de infraestructura. Por ejemplo, el gravar los servicios financieros que están aumentando fuertemente sus ingresos por la ley de bancarización (llamada “inclusión financiera”). ¿Por qué el gobierno no se afirmó en la idea de un planteo que podría recoger buena parte del respaldo de todo el sistema político, por qué no apostar a eso para tener más oxígeno y legitimidad ante momentos difíciles? Estas cosas pasan porque hay un grupo con mucho poder que maneja la política económica, a menudo muy sordo a posturas diferentes y con el que se puede discutir cada vez menos. Y hay que recordar una vez más a Seregni, a 100 años de su nacimiento: “es la política la que debe mandar a la economía”.

—¿El descontento con la gestión de gobierno es entonces un aspecto clave hacia las elecciones?

—Hoy en el mundo muchos de los resultados imprevistos que en materia electoral se dan son expresión de un rechazo al establishment. Hoy en Uruguay también se está instalando eso. Y el establishment es básicamente ese núcleo instalado en el gobierno, que es el que maneja los asuntos más relevantes y que muchas veces en su comunicación aparece como soberbio y cerrado en una burbuja. Volviendo a la instancia de las elecciones, lo primero que cabe advertir es que acá no se está eligiendo para nada al precandidato presidencial del FA para el 2019. Ninguno de los cuatro contendientes va a ser precandidato presidencial en 2019. Ya lo han dicho, ninguno está buscando eso. Lo que está en juego, de alguna manera, es un modelo de FA y un modelo de vínculo entre la fuerza política y el gobierno frenteamplista. La pugna de modelos tiene que ver con si el FA del futuro tendrá como función hacer seguidismo del Ejecutivo, respaldar todo lo que el gobierno haga y diga. Uruguay es una democracia de partidos, los que gobiernan son también los partidos. Entonces ese vínculo entre partido y gobierno es una relación que siempre ha sido de ida y vuelta, ha formado parte de una dialéctica que finalmente les ha servido a los Ejecutivos. Las administraciones nacionales que se divorcian de su partido y de las fuerzas sociales que lo respaldan suelen tener dificultades muy graves, porque de inmediato eso repercute en su respaldo parlamentario. Entonces, hay un modelo que está en debate. Y aquí hay, también, un recambio generacional que está en juego. El Frente está renovando su elenco, que hace tiempo está envejecido. La tríada que de alguna manera protagonizó y garantizó el excelente desempeño electoral que llevó al partido en 30 años de un 22 por ciento en las elecciones del 84 a un 52 por ciento de los votos válidos en las elecciones de 2004 y luego mantuvo una cercanía de un 48 por ciento más menos del total de votos emitidos, que le dio por tres veces gobierno con mayoría legislativa, es fruto de una articulación que pudo resultar posible dentro de un partido plural, discutidor, experto en administrar diferencias para luego resolver la unidad política. Y fue un éxito rutilante de esa tríada de Vázquez, Astori y Mujica. Pero eso se terminó.

—Los contenidos de la campaña parecen basarse en lo instrumental. ¿Cuál son los proyectos en disputa?

—Acá hay falta de conducción, pero también hay falta de proyecto, de ideas nuevas, de coraje para discutirlas aun siendo gobierno y en un contexto muy difícil. El proyecto frenteamplista estaba muy claro en el 2005. Y la verdad es que el primer gobierno lo hizo muy bien y terminó con un índice de aprobación muy grande. Y lo concretó, más allá de un contexto económico favorable, con libreto, con políticas proactivas. Durante ese gobierno se plantearon las grandes reformas y aun cuando la reforma educativa no prosperó (el gran déficit de estas tres administraciones), sí pudieron lograrse la reforma fiscal en un continente que no las tiene, la reforma de la salud, la creación del Mides, en un momento que muchos decían que no había que hablar de emergencia social y había un 40 por ciento de pobres. Hoy se bajaron todos esos indicadores en varias veces. Si la izquierda no es capaz de retomar y recrear un libreto, en donde, ante una realidad adversa, tenga un proyecto para responder y seguir las transformaciones, la ciudadanía la sancionará. Porque es muy fácil redistribuir en un tiempo de bonanza. No soy de aquellos que creen que esto ha sido una década perdida y que la distribución fue efecto del factor derrame. Falso. En América Latina podía haberse dado el mismo factor y no se dio. El sistema de cuidados es parte de un libreto nuevo, pero hoy en Uruguay, más allá de la disminución de la pobreza, hay una zona de vulnerabilidad ampliada, que algunos establecen en un 25 por ciento y que sostienen que puede recaer en la pobreza. Frente a eso, falta libreto y falta discusión política. ¿Quién es el más necesitado de eso? El gobierno. Por eso necesita de un FA dinámico y propositivo, que con responsabilidad, pero también con audacia creativa, le haga puente entre el Parlamento y el Ejecutivo y discuta los grandes asuntos. Requiere un Frente donde vuelvan a ponerse arriba de la mesa los grandes temas, sin veto.

—¿Es un tema soslayado en la campaña o aparecen diferencias entre los candidatos?

—Más o menos, porque hay una diferencia entre los dichos de Javier Miranda, a quien quiero como hermano, que ha sostenido que el gobierno tiene que estar por un lado y la fuerza política, por otro. El gobierno tiene que gobernar y la fuerza política tiene que acompañar. Y él, nada menos, puso el tema del Tisa como ejemplo de lo que no debe hacerse. Me pregunto cómo hace el gobierno para llevar adelante una política exterior que es repudiada por la enorme mayoría de los sectores frenteamplistas. ¿Es que acaso alguien está pensando que el gobierno va a votar con toda la oposición y una parte del FA un giro de la política exterior uruguaya de esa magnitud? ¿Se puede pensar en un Frente que actúe de esa manera y que salga indemne de esa situación? Los otros candidatos no están planteando eso, proponen distintas instancias donde el vínculo entre fuerza política y gobierno sea mucho más cotidiano, mucho más fuerte, mucho menos seguidista, mucho más crítico legítimamente. El batllismo llegó a plantear, en la década del veinte, que, el primer y tercer lunes de cada mes, todos los gobernantes y parlamentarios por el partido fueran a discutir sus iniciativas de gobierno al partido. Es el origen de la Agrupación Nacional de Gobierno. ¿Y quién primaba? El partido. Yo no propongo esto para hoy, porque con el Frente actual eso llevaría a una crisis brutal. El batllismo creía en el mandato imperativo. Hoy el Frente tiene que lograr la coherencia operativa por otros medios. La gente elige partidos y no monarcas electos. No quiere gabinetes en donde no se discuta. Y el gobierno tiene como biblias (y Vázquez lo ha dicho muchas veces) la Constitución y el programa. Los programas son inspiraciones, pero ojo, las inspiraciones marcan límites y también rumbos. Las inspiraciones que marcan los programas no pueden ignorarse o incumplirse.

—Hoy aparecen diferencias claras en política internacional.

—Ese es uno de los ejemplos mayores, entre un gobierno que va para un lado y un FA que va para el otro. El nuevo presidente del Frente deberá ser un gran articulador para volver a hacer converger los rumbos. Alejandro Sánchez dijo una cosa muy interesante: quiero que no haya un Podemos fuera del FA en Uruguay. Y mirá que esa no es una advertencia inventada. El FA y su gobierno, sus parlamentarios, tienen que dar la discusión sobre los asuntos que están debatiendo los ciudadanos frenteamplistas. Conde planteó, el día del paro, que esa movilización era legítima, que él acompañaba los motivos que promovían la medida. Varios ministros creían lo mismo, y él, que estaba dando la vuelta a Uruguay de comité en comité, lo que se había encontrado es que la mayoría de los frenteamplistas pensaban lo mismo. En los momentos más difíciles, es cuando el gobierno más tiene que escuchar y no encerrarse en una política donde hay temas vetados. La elección del presidente del Frente es una decisión clave que se da en el peor momento. Por eso no es difícil pronosticar que habrá pocos votantes y que el presidente que emerja va a ser un presidente con enormes tareas y con una legitimidad endeble. Lo peor que le podría pasar al FA, y ya le ha pasado, es que se quiera ponerle un tapón al partido para que no estorbe la marcha del gobierno.

—¿La continua apelación a modificar una estructura partidaria deficiente abarca todos los desafíos del partido gobernante?

—Buena parte de la agenda que necesita el país hoy no está en el FA. La primera reforma que tiene el país es la educativa. El Frente en la campaña presentó un modelo de reforma de la educación, que iba en un sentido, y no pasó un año que los dos representantes de ese rumbo –(Fernando) Filgueira y (Juan Pedro) Mir– debieron renunciar. Hoy el Frente no está aplicando la reforma educativa que propuso en la campaña. La política económica, ¿es un piloto automático que no se puede discutir? ¿Solamente es responsabilidad del superministerio de Economía? ¿No puede haber una discusión sensata, no puede haber una reflexión a propósito de nuevas ideas en un contexto de penurias? Tercero, la política exterior, ¿la va a fijar el canciller con el ministro de Economía, en acuerdo con el presidente, o va a ser objeto de un debate? ¿Qué medidas al estilo de las políticas antitabaco, que significaron un gran triunfo de Vázquez, o como el cambio de la matriz energética, están en estudio? El FA necesita medidas de ese calado. Uno no las ve. El proyecto de la izquierda para Uruguay, ¿va a ser estimular de cualquier forma y a cualquier costo la captación de inversión extranjera directa, apostar a la venta de commodities y participar de las redes de servicios globales? ¿Es ese el proyecto que tiene la izquierda uruguaya para proponerle al país del futuro?

—¿Existe riesgo de distanciamiento con la base social de la izquierda?

—Lo peor que le puede pasar a un gobierno cuando enfrenta una situación crítica es la sordera y la soberbia. Tiene que escuchar, no solamente a quienes lo llevaron al gobierno, también tiene que escuchar a la oposición, porque ella también le puede brindar ayudas. El FA se está alejando de sus bases sociales, eso es evidente. El movimiento sindical, que siempre ha combinado autonomía pero no prescindencia, le acaba de dar una demostración de fuerza. Lo que se planteó es si un gobierno progresista, cuya clave es la sensibilidad social y tener un proyecto de desarrollo con equidad, en el momento de definir pautas salariales que afectan a los salarios y a las jubilaciones sumergidas, tiene reticencia para aumentar un poco el Irae y el impuesto al patrimonio. Ahora, no tiene reticencia para aceptar que en Uruguay haya más de 100 mil jubilados que cobran 8.700 pesos, que hay 200 mil jubilados que cobran menos de 10 mil pesos, que hay 500 mil trabajadores que cobran menos de 15 mil pesos. Tiene que haber una atención muy especial para estos salarios y jubilaciones sumergidas. En esta afirmación de las pautas salariales, el gobierno fue aplaudido por los empresarios y tuvo una respuesta categórica del movimiento sindical y de los jubilados, que todos vimos el jueves pasado. Frente a esas señales, ¿el gobierno va a continuar como si nada hubiera ocurrido?

—¿La idea de dar la imagen de unidad de los candidatos no es un freno para el debate ideológico?

—Absolutamente. Qué es una elección sino elegir entre diferentes. Cuando me dijeron que para respetar la unidad del Frente, los candidatos iban a hacer los actos en conjunto, no lo podía comprender. Cuando se tienen cuatro candidatos lo que se quiere es ver en qué se diferencian. ¿Qué miedo a debatir hay acá? A debatir nada menos que en una fuerza de izquierda, cuya vida tiene que ser la discusión y la propuesta. El próximo presidente deberá tener una actitud libertaria, tendrá que hacer varios parricidios, entre otras cosas porque la dirigencia histórica del Frente está envejecida y llegó el tiempo del recambio. Es la hora de los más jóvenes. Y que no haya temas vetados, ni guardianes de las ortodoxias. Las elecciones de 2019, en gran parte, se juegan en que el electorado frenteamplista acierte su elección el domingo que viene. El momento no es el mejor.


Nota

1) Este domingo (24 de julio) el electorado frenteamplista elige presidente de la fuerza política a nivel nacional y departamental, los integrantes del Plenario Nacional y de los departamentales, tanto sectoriales como de las bases.

 

Fuente: http://brecha.com.uy/